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Tribuna de opinión

José / Berasaluce / linares

La reaparición de la tertulia gaditana: La cepa gallega

El vino es un símbolo que articula la vida popular de la ciudad desde finales del siglo XVIII

EL padrón municipal de 1921 ya contabilizaba una importante colonia gallega en la ciudad de Cádiz. Pero a partir de los años 40 del siglo XX los flujos migratorios de marineros gallegos hacia Cádiz no hicieron más que crecer y asentarse en una ciudad que tenía en el entorno portuario su espacio natural de actividad económica como ha estudiado recientemente la antropóloga Esmeralda Broullón.

El puerto de Cádiz ha sido el destino de muchos barcos de la emigración gallega y esta comunidad ha formado parte de la trama cultural y del paisaje urbano de la ciudad.

El rentable negocio marítimo-pesquero se pone de manifiesto en los años 40 creándose la Asociación de Armadores de Buques de Pesca de Cádiz, controlada por una burguesía de distinta procedencia que unida a los comerciantes y políticos de la época generaron una oligarquía de poder e influencia notable.

Los gallegos siempre han formado parte de los oficios del mar pero también del comercio, de los freidores de pescado y como conocedores de esta actividad económica han sido también, como la Cepa Gallega, provisionistas de Buques.

El vino forma parte de nuestra cultura milenaria. Las tabernas, los despachos o tiendas de vinos son consustanciales a la tertulia. La misma Manzanilla, vino ilustrado, tiene su nacimiento a finales del siglo XVIII gracias a la preferencia de los gaditanos por los vinos de Sanlúcar como atestigua el conocido escritor Juan Ignacio González del Castillo (1763-1800) en muchos de sus sainetes que reproducen el ambiente y las costumbres populares en la ciudad de Cádiz. El vino y en especial la manzanilla se convierte en un símbolo que articula la vida popular de entonces.

En esta ciudad nace la tertulia en el siglo de las luces como un espacio de reflexión, de influencia de la mujer, de diálogo plural, de intercambio de opinión, de influencia de las ideas llegadas de afuera. Un signo de identidad cultural de la ciudad ilustrada que surge fundamentalmente a consecuencia de la necesidad de los comerciantes de relacionarse entre si y sus familias.

Cádiz llegó a tener en el siglo XVIII (1722) hasta 216 tabernas, bodegones o almacenes de vinos y en aquel siglo estos eran espacios de las clases populares, para diferenciarlos de una burguesía más al gusto de librerías, cafés y teatros. En ese mismo sentido Peter Burke sostiene que "la formas visibles de consumo, de alimentos, bebidas y vestidos funcionaban como un instrumento de autoconciencia plebeya"

En los años 80 del siglo XX y gracias a la cercanía de la Facultad de Filosofía y Letras al barrio de la Viña un nutrido grupo de profesores de aquel centro universitario, además de intelectuales, escritores y políticos de una generación, frecuentaron una entonces humilde taberna que ya venía con una trayectoria marcada por el querido Pepe Ruiz. Aunque situada en la trasera de la ciudad, Casa Manteca, se transformó en un romántico ágora gaditano de tertulias y de la bohemia dentro de un precioso templo que reunía otros valores de la cultura más popular, esto es, el flamenco, los toros, el vino y los gallos de pelea.

Como ha ocurrido en otras tantas tabernas andaluzas (El Pimpi en Málaga, el Rinconcillo en Sevilla) hoy, 30 años más tarde, aquella taberna viñera, ha transformado su carácter tertuliano en referencia turística y ha cedido su función a otro espacio público en la fachada portuaria de la ciudad en beneficio de otro local: La Cepa Gallega.

La Cepa ha resistido a unos años en los que la calle Plocia estaba plagada de clubs de alterne, pero también de olor a tabaco, del trasiego de las cigarreras, de vendedores de cebos vivos para pescadores en sus esquinas, de talleres (Carpio, Instaladora eléctrica, Aserradora gaditana) y sometida a un devastador tráfico rodado.

Hoy disfruta de las mieles de una transformación urbanística impensable hace años. El paisaje humano cambia cuando se ordena el espacio público y estos días Plocia ve llegar a cruceristas, a congresistas internacionales y convive con periodistas del Diario de Cádiz, con profesionales de negocios portuarios, con vecinos del Barrio de Santa María y con gaditanos animados por la pujanza hostelera de una calle peatonal recuperada para el disfrute, aunque con la notable ausencia de la comunidad universitaria y de la cultura.

Lo que ocurre de forma espontánea y con naturalidad en este establecimiento de la calle Plocia es la herencia de toda una cultura del entendimiento, del intercambio. Un espacio de sociabilidad y de encuentro que ha enlazado con tres elementos consustanciales de la historia social y económica de la ciudad: la recuperación del espacio de influencia portuario, el valor simbólico del vino y la taberna, y la reaparición de la tertulia gaditana, una de las de mayor tradición de España.

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